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CONFERENCIA DE ANA RIBEIRO

Sala Enrique V. Iglesias del Banco Central del Uruguay - 3 de setiembre de 2015
 

Muchas gracias, buenos días a todos. Saludo a todas las autoridades como corresponde protocolarmente. No las inventarié a todas, así que dense todos por saludados. Veo algunos personajes muy notorios, pero debe haber alguien por allí atrás que no vi, a quién debo también saludar con solemnidad. A todos los presentes buenos días.

Bueno, muchas gracias por acompañarnos. Muchas gracias Mario y a la institución que tu representas, porque para Gerardo y para mi es una preciosa oportunidad de presentar, también, nuestro último trabajo, que aún no ha salido a la calle, así que ustedes van a tener, hoy, una especie de avant premier en esas imágenes que son un poco las que ilustran este libro.

En la presentación decía recién, Gerardo y yo en el año 13, con un auspicio muy importante del entonces vicepresidente Astori, sacamos un libro sobre [las] instrucciones del año 13. Por suerte se entendió que era un libro que representaba un esfuerzo cultural colectivo, y bueno, allí está en manos de instituciones de enseñanza, y sobre todo del público. Y era para nosotros una especie de desafío que en este nuevo documento fundacional del artiguismo como es el Reglamento de Tierras, así cómo estuvimos presentes en torno a las Instrucciones del año XIII, hacer un trabajo con lo que los vientos historiográficos demandan hoy en día, y esto es la pluralidad de voces, el enfoque regional, el enfoque en clave de Historia conceptual, un abordaje que superara, pero no por ser mejor, sino por ser más amplio, por revisar constantemente, que es una de las características de nuestro género, la Historia.

Lo hicimos en el año 13 y acabamos de hacerlo respecto al Reglamento. Estamos muy orgullosos del producto, que es ese libro del cual están viendo ustedes la tapa y luego van a ver algunas ilustraciones que van dentro del libro, unos pliegos que sobretodo hicimos uso y abuso de las preciosas ilustraciones de León Pallière, en épocas en que aún no había llegado la fotografía y él le contaba al mundo cómo eran estos distantes y desafiantes parajes del sur.

Ese es precisamente el escenario en el cual el reglamento se fragua y nos parecía que la gente tenía que saber que, cuando estaban hablando de un plan de redistribución de tierras y sobretodo de un plan imperioso, urgente, muy angustiante de sanamiento de una economía, afectada por la guerra, como era la economía de toda la región. Bueno, el escenario eran precisamente estos protagonistas y estos actores sociales de aspecto muy feroz. El escenario era un paisaje muy despoblado, despoblado hasta de árboles. El escenario era un paisaje en donde la guerra se había enseñoreado en los últimos cinco años de manera feroz, con un antecedente inmediato bastante duro, que es el que contamos siempre muy rápidamente, que fueron las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Desde entonces la calma colonial, la siesta colonial, había sido interrumpida y el año 15 era el momento en el cual el entonces Jefe de los Orientales, pero también Protector de los Pueblos Libres, en lo que era la cúspide, pero a su vez el  comienzo del declive de su poder, poder que por supuesto él no podía saber que comenzaba a declinar casi inmediatamente, Él sentía que estaba en una cúspide de poderío, se toman unas decisiones económicas, sociales y fundamentalmente políticas que tienen que ver con la tierra y con lo que sobre la tierra determinaba la riqueza de este territorio, que era fundamentalmente la ganadería.

Así que esa mirada de nosotros sobre el Reglamento del 15 ha sido construida en base al auxilio de muchos historiadores, en un libro que creemos que es regional. Hoy, sin embargo, conmemoramos el Reglamento con la salida de una medalla nacional. Así que hablemos en clave nacional, entre nosotros, de José Artigas y del Reglamento de Tierras, como debe ser.

Cuando uno piensa en el Reglamento de 1815, todos, desde la escuela, sabemos algunos datos básicos que yo me permitiría recordar hoy.

1815. Artigas es por primera vez dueño de todo el territorio de la Banda Oriental. Se le había resistido durante largos años Montevideo y finalmente, en marzo del año 15, había ingresado a Montevideo y también allí había hecho ondear la bandera de su sistema, como él solía llamarlo.

En el año 15, además de ese triunfo enorme, Artigas representaba la voz más saliente de un proyecto federal que lo incluía como su cabeza visible: la Liga Federal. Que siempre fue precaria, que siempre fue movible, que tuvo un angustiante pasaje por el siglo XIX y que fructificó en algunos países y no en el nuestro, que tiene una estructura unitaria, pese a que el gran ideólogo de la federación fue precisamente José Artigas.

A la cabeza de ese sistema, como él lo llamaba, con sede en Purificación, gobernando de lejos a esa Montevideo que él sabía que lo acataba, pero cuando podía no lo cumplía.

Artigas tenía, además, en ese año, una amenaza impresionante sobre su cabeza, más sobre su cabeza que sobre otras. Era una duda que él tenía y que todos tenían en la época, me estoy refiriendo a la expedición española de reconquista. En el año 14, Fernando VII había vuelto al trono y no se sintió muy satisfecho con lo que habían hecho sus súbditos de un lado y del otro del océano, con su mandato y con su corona durante su ausencia. Así que encontró que había campeado demasiado el liberalismo en el territorio iberoamericano, que era bastante insufrible el liberalismo que había ganado al ejército español en suelo peninsular y que, definitivamente, si América estaba perdida, mejor era controlar al ejército peninsular, porque eso podía significarle también perder la corona en suelo español. Así que craneó una expedición de reconquista que, a su vez, fuera una válvula de escape para una oficialidad militar peligrosa y que ya no controlaba y que a su vez intentara una reconquista de ese territorio que había sido colonia y que se le había levantado en armas, todo, desde una punta a la otra del continente americano.

El Río de la Plata tenía un atractivo extra y era ser, nada menos que ser la boca de entrada por el camino de los ríos al Virreinato del Río de la Plata, que no en vano era de la plata y no del cartón o de la ganadería. Era un nombre muy prometedor, así que allí estaba Potosí y allí estaban los imaginarios El Dorado, allí estaba el sistema de los ríos y el gran puerto, con el cual se frotaban con avaricia las manos los comerciantes de Cádiz.

Así que intentar la reconquista del Río de la Plata era una posibilidad más que certera. Era incluso la posibilidad que pensaba, como más segura, la persona que venía al frente de la expedición, que era Morillo. Sin embargo apenas sale el viaje, en el momento en que está autorizado a abrir el sobre secreto en el cual se le dice cual es su destino, Morillo descubre que no va para el Río de la Plata, sino para lo que hoy es Venezuela y va exactamente contra Bolívar, que era lo que más preocupaba. No sé si era por lo que más preocupaba o porque el comercio del Río de la Plata, abierto al libre comercio, valga la redundancia, era una cosa que interesaba demasiado a los ingleses, y los ingleses acababan de ayudar muchísimo a la corona española a reconquistar el suelo español, así que claramente haya sido un peaje nunca confeso, jamás registrado por escrito, pero a viva voz gritado en todos los libros de Historia, los ingleses reclamaron "manténgase libre el Río de la Plata".

La expedición de Morillo no vino contra Artigas, pero en el año 1815 Artigas no podía saberlo, nadie podía saberlo. Así que cualquier español que estaba cerca de la costa representaba un potencial intrigante dispuesto a recibir, de buenas maneras, a esa salvaje expedición reconquistadora que vendría a sangre y a espada a reconquistar el suelo español.

Por si fuera poco la otra amenaza era la potencial ayuda que estaban casi seguros que iba a brindar la corona portuguesa, por lo lazos de sangre que unían a la corona portuguesa con Carlota Joaquina, la princesa española, y porque, además, había ambiciones territoriales que todo el mundo conocía, el famoso uti possidetis, que guiaba a la diplomacia portuguesa, indicaba que lo mejor era tratar de llegar a un límite natural indiscutible como frontera. Y eso era, por supuesto, el Río de la Plata y el Río Uruguay, lo cual convertía a la Banda Oriental en un territorio que para ellos era natural que se convirtiera en parte del imperio portugués.

Con esa situación geopolítica es que Artigas toma el poder absoluto y efímero que tuvo en el año 15. Porque ya en el año 16 golpearon la puerta los portugueses. No digo Morillo, pero digo a partir del 17 una expedición que comenzó en el 16 a mordisquear la frontera y que en el 17 puso en manos de Lecor, su cabeza política visible, nada menos que un millón de tiros y once barcos repletos de soldados y recursos.

Ese es el entorno en el cual Artigas reparte tierras. Está en la cúspide, pero está en el fondo, enfrentando a un volcán que está a punto de estallar.

¿Por qué reparte tierras en 1815 Artigas?. ¿Escaseaban en ese territorio?, que cuando tuvo una liberación masiva, tuvo once mil hombres y mujeres en el Éxodo, los mismos que han muerto en lo que va del año en las costas europeas, tratando de emigrar, era toda la población oriental en marcha. ¿Faltaban tierras en ese territorio tan despoblado sobretodo a partir del norte?. Aunque parezca difícil de entender, sí. Se había desatado, a partir de 1754, lo que algunos autores llaman “hambre de tierras”. Ya no alcanzaba la jurisdicción de Montevideo, que excedía Montevideo y abarcaba casi todo Canelones, San José y parte de Florida actual. Ya no alcanzaba esa jurisdicción para que se le hiciera un reparto similar al que tuvieron los fundadores, o sea, un territorio en la ciudad, una chacra en las afueras y una suerte de estancia más afuera, que era lo que todos habían tenido, junto con un paquete de galleta dura, que se llamaba bizcocho, algunas ovejas, herramientas y el pomposo título de Don. Ya no alcanzaba para hacer eso con los nietos de los primeros que llegaron, porque de hacerlo, y hay denuncias en el Cabildo alrededor del año 1805, ya el territorio no alcanza.

¿Qué había pasado que aquellas tierras de ningún provecho, a las que nadie quería venir?. Porque además de hacer mucho frío y viento, como todos sabemos que hace en determinadas épocas del año, había indios minuanes de gran agresividad y poca ductilidad para someterse a evangelización, y charrrúas y boanes y tigres que hasta bien entrado el sigo XIX todavía le pegaban algún susto que otro a la población de Montevideo, recinto cerrado.

¿Cuál era el atractivo de esas tierras?. A partir de la riqueza que el sistema misionero generó en ganadería, desde lo que hoy consideramos la espalda, pero entonces era el frente del sistema -estoy hablando de Asunción y  Las Misiones en territorio hoy paraguayo-, se había generado y derramado generosamente sobre este territorio una enorme cantidad de ganado vacuno, también el caballar, pero sobre todo vacuno. Unas vacas bastante más estilizadas que las actuales y bastante más cornamentadas que las actuales, pero igualmente poseedoras de un cuero, que era lo que fundamentalmente valía, porque la carne no la pudimos aprovechar, como ustedes saben bien, hasta que no se inventó el sistema frigorífico y antes, un poco antes, el sistema de nuestra primer industria, que fue el saladero. Así que el cuero fue imponiéndose lentamente como una riqueza que hizo que diéramos vuelta la mirada y aquello que era el rostro, se convirtió en la espalda, y el sistema misionero pasó a aprovisionarnos de una cosa muy apetecible y muy demandada por la otra condición que Montevideo tuvo. Porque Montevideo fue primero una ciudad fortaleza y luego descubrió que su puerto era el que iba a tener mejor y más largo destino. Así que cuando el puerto vence y la demanda del mundo vence en materia de grasería y sobre todo, insisto, en materia de cuero, ese puerto es el que le demanda a la ciudad que abra las murallas todo lo que pueda, salga al campo y de alguna forma acopie la enorme riqueza que tiene.

Cuando los ingleses abren la brecha en la muralla en el año 1807, la taponean, desesperados, intentando que [no] entren, con lo que más abundaba en la ciudad; la muralla tenía 11 metros de alto, así que había que tapar esa brecha. Cueros, la taponearon con cueros en la noche.

Esa riqueza hizo que el hambre de cueros, el hambre de la moneda más dúctil que se tenía, porque la primer moneda fue el cuero, así que es doblemente significativo que ustedes acuñen hoy una. La primer moneda en este territorio fue el cuero, con cuero se compraron las armas de la revolución, con cuero se pagó a los soldados, con cuero se compraba todo lo que se precisaba que no fuera cuero y con cuero se hacía casi todo.

Así que el hambre de cuero desata el hambre de tierra y cuando llega 1805 la corona española tiene un problema gigantesco y es que hay una demanda enorme de aquello que, hasta ese momento, parecía que abundaba, pero hay demanda de un recurso que es el más difícil de conseguir. Quiero tierras, pero, ¿quién se anima a ir del otro lado del Río Negro?, ¿Quién se anima?.

Así que cuando la revolución se desata y cuando ya lleva largos años, porque en estado de guerra cinco años es mucho, Artigas tiene la obligación, siente la obligación de compensar a los suyos con generosidad y compensar a los más infelices y convertirlos en los más privilegiados. Porque es una señal política que todos esperan, porque la revolución, como toda revolución que se precie de tal, ha significado una fractura notoria del antes unitario poder político, ha significado una alteración profunda de todas las jerarquías sociales y ha significado, por sobre todas las cosas una guerra de recursos.

Si Artigas quería tener recursos militares, tenía que tener una respuesta de la gente cuando iba pasando con sus ejércitos y necesitaba caballos, necesitaba alimentos para sus hombres y necesitaba solidaridad. El campo tenía que estar con él y a la gente que se aventuraba en el campo tenía que darle una señal potente de que eran los suyos y los iba a proteger.

El Reglamento fue eso y el reparto de tierras fue eso, parte en la guerra de recursos. Pero fue también parte de una necesidad imperiosa de poblar, porque el vacío es un arma militar que se le daba vuelta en contra. Poblar era algo que podían hacer de manera óptima aquellos que recibían tierra, porque pasaban a defender lo suyo.

No hizo Artigas algo completamente nuevo, permítanme decirlo casi con irreverencia. Hizo cosas que también intentó hacer la Corona española. Lo resplandeciente, lo diferente del Reglamento de Tierras es el notorio sentido político, por encima de cualquier otro. La búsqueda de productividad es igual a la que propuso el virrey Sobremonte, es igual a la que aconsejó Azara. Pero el criterio político de mi gente tiene que recibir una señal que indique que el mundo de los mandones y las jerarquías, basadas en la sangre, ha terminado y que los más infelices serán los más privilegiados, la frase que no en vano esta en la moneda. Esa señal era imprescindible y necesaria y fue quizás de las señales que más miedo provocó por ser la más numerosamente revolucionaria, la más radical, la más tajante.

El Reglamento es un documento, como todos los de la época, sujeto a relectura y pleno de contradicciones, pero no es el ámbito académico este para comentárselos, para eso esta nuestro libro.

Darles las gracias a todos por la invitación y por la atenta escucha y decirle al Banco, menos mal que ésta moneda no es de cuero. Yo vegetariana, me daría no se qué salir con ella en el bolsillo. Muchas gracias. (aplausos)

 
 
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