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MONTEVIDEO ANTIGUO - LIBRO III

Isidoro de María - 1890
 

LOS COBRES
1829 - 1840

A  BERNABÉ  DEMARIA
Buenos Aires.

En tiempo de los españoles no hubo más moneda circulante en esta tierra de Dios, que la de oro y plata. Aquellas onzas de oro! Aquellos duros de plata! aquel macuquino! Oh! eso era lo bueno; y tan bueno, que ni los insurgentes le hacían asco, con todo el cuño de Carlos IV, o de Fernando VII. Para el cambio menor, corrían las fracciones de pesos en buena plata, desde el medio peso hasta el cuartillito, que era la menor moneda de plata.

El cobre vino con los portugueses. El vintén y los dos vintenes; o los 10 y 20 reis, que continuaron en juego en tiempo del imperio con diferencia del cuño.

Legado fue de las dominaciones luso-brasilenses, la moneda cobre, los vintenes que echaron raíces como el ombú de no te muevas en la costumbre. Pues digo, si todavía suena en el dicho popular lo del vintén y el cobre, como el cinquiño, cuando co­rría el de Buenos Aires.

Pregunten ustedes hoy a un naranjero, ¿a cómo las naranjas? - Las naranjas a vintén. - Como ahora treinta y tantos años - ¿A cómo los napoleones? - A cobre.

Después de la paz del año 28, se encontró el país con una fuerte suma de moneda cobre en circulación, y con el riesgo de que aumentase con la introducción de la misma procedencia.

Abrió el ojo el Gobierno Provisorio, ya sobre el papel moneda de Buenos Aires, que había quedado desde la guerra del año 25, y ya sobre el cobre extranjero. Para impedir por lo pronto que aumentase, prohibió su introducción por decreto de marzo del año 29. Pero eso no bastaba. Entraba en las conveniencias nacionales, proveer a la extinción de la moneda cobre extranjera, que representaba en circulación la friolera de unos setecientos mil pesos.

Se decretó su extinción por ley de setiembre del año 31, y la forma en que debía practicarse.

La cosa no era como soplar y hacer botellas. Pa­ra efectuarla, sin lastimar el buen derecho de los tenedores, era indispensable amortizar la cobrada, pero faltando aceite para hacerlo, se promovió un empréstito por acciones, dentro de la cantidad de 120.000 pesos con un módico interés.

Instituyóse la Comisión Directiva de la extinción de la moneda de cobre extranjera, bajo la presiden­cia de don Silvestre Blanco, que fue sustituido des­pués por don José Béjar. Y manos a la obra.

Empezó la recogida del cobre amonedado. Quien vio por esas calles de Dios a los tíos con el talego a cuestas llevarlo a la oficina de la Comisión. Ni más ni menos que como lo hacían los buenos Baltasares o Benitos de Gómez, Quevedo, Sienra, Fariña, García, Guimaraens, Wich, Galloso y tantos otros, lle­vando por calles y plazas los talegos de patacones, sin temor de que ninguno se hiciese humo con la carga, como contaron las crónicas sucedió después con algunos changadores de nuevo cuño. La honradez hasta en los negros.

Inter se iba efectuando la operación, para que no faltase por completo el cambio menor, se recurrió al marchamo o carimbo de los cobres, asignándoseles la mitad del valor que habían representado; es decir, el vintén por diez reis y los dos vintenes por veinte reis, que sólo corrían con el marchamos.

A la inversa de lo que hacían los particulares con las monedas de plata portuguesa, que carimbaban las de tres reales por su cuenta, dándoles un valor adicional igual a la pataca; abuso que motivó en julio del año 31 un decreto gubernativo, orde­nando que no se considerasen con valor alguno adicional, sino por el que tenían escrito.

Aquí de la especulación, que nunca falta. Al al­ma del negocio, como decía el andaluz.

Negocio con los calderillas y sus crías. No faltó quien especulase con el cobre derrumbado, introduciéndolo por contrabando a la frontera a cambio de yerba-mate. Feo o bonito, Viera o Veira no se dor­mían en las pajas, y el buen Comendador Correa mucho menos. Veñan cobres y lá va yerba. Tanto mejor para la extinción.

El hecho fue que la moneda cobre extranjera desapareció de la circulación. Que los 686,028 pesos a que ascendía, por fas o por nefas tocaron retirada. Que en agosto del año 34, capitales y réditos de la amortización estaban pagos y a mano el Estado con los accionistas,

Se les acabó a los muchachos lecheros el juego a los cobres en los escondites de las canteras, y la recogida a la marchanta de los padrinazgos en la Matriz, San Francisco y capilla del Cordón. Jugar a los cobres, desplumarse los vintenes de la venta de la leche era una mala costumbre, y suerte fue les faltasen los cobres para seguirla. Sí, pero quedaban los realitos en plata para la taba. Que se perseguía como contrario a las buenas costumbres. Si hubiese sido la ruleta gruesa, las apuestas gordas de las ca­rreras y otras yerbas por el estilo, habría sido otro cantar. La moral en acción; pero los muchachos de aquel tiempo no conocían esos primores. Efectos de la ignorancia.

El cobre se fue. Abundaban las amarillas, que ya no había por qué enterrarlas en botijas por los moros, y valían 20 y 21 pesos; y abundaban los patacones, y las patacas y las monedas de plata de uno y dos reales, pero faltaba por completo con qué dar el vuelto menudo, y hasta para la limosna a los pobres.

Los tenderos y pulperos que acostumbraban destinar algunos reales en cobre para la limosna los sábados, tuvieron que suprimirla con gran pena de los limosneros, que en vez del vintén recibían un "perdone por Dios, hermano", no hay cobres. Y gracias si en lugar de él, les daba el pulpero una vela.

¿Qué hacer? Apelar a los cinquiños de Buenos Aires, formando 4 un vintén; pero como eran po­cos, no llenaban la necesidad del cambio menudo.

Dicen que la necesidad es madre de la industria. La de los tenderos y pulperos inventó las señas de latita y de cuero, para dar el vuelto a los marchantes. Cada uno era monedero; pero como las tales señas no se recibían sino en  las mismas casas de trato donde se daban, los pobres se embromaban. Mande usted a la plaza con las señitas de lata, cuero o cartón emitidas por el pulpero, para medio suplir la falta de cambio menor.

Así se fue pasando con trabajo, hasta que al fin resolló la ley de junio del año 39, disponiendo, para cortar abusos, la acuñación de moneda cobre nacional dentro de la cantidad de 200 mil pesos, poniéndose en circulación la porción de ella que resultase disponible al fin de cada mes.

Gracias a Santa Rita, dijeron los menesterosos. -Habrá cobres. El primer alumbramiento de la moneda en cantidad de 20 mil pesos, fue el 30 de setiembre del año 40, quedando prohibido a las casas de abasto dar señas de lata u otros signos su­pletorios al valor que representaba la moneda de cobre nacional; así como la extracción de ésta para fuera de la República.

¡Adiós cinquiños, latitas y demás suplementos: hasta más ver! Conversaremos allá para el año 57 con la segunda edición de valecitos para el vuelto.

 
 
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